Hoy, llegó un amigo a mi casa para que le ayudase a hacer un informe para un curso de la universidad. Mientras lo asistía, me vino a la mente una anécdota buenísima que me pasó en los tiempos de universidad y que nunca he contado. ¿Qué mejor momento que ahora para escribirla?
Corría el año 2011 y yo cursaba el tercer ciclo de la carrera y como era usual, los horarios de cada ciclo eran espantosos. Así que por efectos de la burocracia cósmica terminé llevando un curso separado de mi círculo de amigos en ese momento, de noche, solo y abandonado. El curso se llamaba «Laboratorio de Física II».
El sistema de evaluación de este curso consistía en el promedio de 7 informes que debíamos entregar semana tras semana. Por supuesto, estos informes debían ser inéditos, originales, y escritos íntegramente por el grupo; por lo que no podíamos «plagiarlos» de grupos anteriores.
Al ser nuevo en esa clase, puesto que no conocía a nadie, intenté hacer amigos con un grupo que conocí el primer día. Nos llevábamos bien, así que decidí formar con ellos el grupo para los informes.
Recuerdo que pasaban las semanas y nos iba perfecto en los informes, hasta que llegó el último informe del ciclo; el tema era «Óptica» y según nos habían dicho, las preguntas eran más difíciles que de costumbre. Así que decidimos trabajar más unidos que nunca y empezarlo desde el momento que dejamos el laboratorio de clase.
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El tema: Medida de refracción y reflexión |
Faltando dos días para la entrega el informe, nosotros ya lo teníamos hecho y sólo esperábamos entregarlo. Un día antes de la entrega, un compañero de la clase me dijo que no había hecho el último informe, pero que no había problema; pues a una cuadras de la universidad había una librería-fotocopiadora que vendía los informes de ciclos pasados. No le comenté nada al respecto pues yo tampoco sabía sobre eso hasta ese momento.
El día de la entrega llegó y mi grupo entregó el informe sin problemas, tranquilos y serenos. Al cabo de un rato, el profesor dijo que como era el último día, revisaría los informes en ese momento y nos daría la nota final; la del promedio del curso. El compañero que me había comentado un día antes lo que iba a hacer, era el encargado de hacer ese informe; por lo que la nota de su grupo recaía sobre sus hombros.
El profesor fue entregando nota por nota, la de nosotros también, claro. Pero cuando llegó el momento de dar la nota al grupo del curioso personaje del informe trucho el profesor se paró y dijo lo siguiente:
«He quedado admirado del último trabajo que he revisado, pues no sólo posee buena redacción y diagramación, sino que también posee las mismas respuesta que se realizaron en un informe de Laboratorio de Óptica del año 2007. Ustedes se preguntarán por qué sé esto, y la respuesta es sencilla: no es porque yo recuerde de memoria el informe del 2007, ni porque yo revise informe tras informe para ver si son iguales, ¡no! sino porque es el mismo informe que todos los alumnos compran a dos cuadras de la universidad».
Curiosamente, pensamos que era broma y todos explotamos de risa. Al rato me di cuenta, así que paré pero él no sabía donde esconder la cara.
Curiosamente, pensamos que era broma y todos explotamos de risa. Al rato me di cuenta, así que paré pero él no sabía donde esconder la cara.
Lo que sigue quizás ya no venga al caso, pero le anularon la nota al pobre muchacho. No hubo misericordia con él, pues llevó de nuevo el curso, supongo. Luego de ese día, no volví a ver a mis amigos del grupo, ni al misterioso personaje del cual no recuerdo ni su nombre. Pero gracias a él, tengo una buena anécdota que contar.
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